Poesía
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Alvaro Figueredo es, sin duda, uno de los mayores poetas uruguayos, aunque su obra, todavía poco difundida, no ha alcanzado aún el amplio reconocimiento (o, mejor, su conocimiento) que se le debe. Esta, escasa difusión tiene, en parte, explicación en la actitud del poeta mismo, que, contrariamente a lo que es habitual en el Uruguay, vivió siempre obsedido por el acto creador, que es lo sustantivo, y no por la ambición publicitaria, que es lo accesorio- Tan es asi, que, a pesar de que su producción en verso y prosa es muy vasí’a, sólo publicó dos libros de poemas, separados el uno del otro por un período de veinte años. El primero de ellos, Desvío de la estrella (1936) , puso de manifiesto que había allí un poeta, pero no todavía el poeta de personalidad inconfundible que con plenitud se evidencia en el segundo, Mundo a la vez (1956) y en muchos otros poemas que, aun cuando no fueron leunidos en libro, hicieron sentir, a quienes los conocieron, la espléndida presencia de una voz humana y poética de, a la vez, apasionada y lúcida autenticidad.
La selección de sus poemas que ahora se publica, es alto testimonio de esa voz poética y humana. No es ésta la hora del análisis crítico que, sin lugar a dudas, se tendrá que ir haciendo, cada vez mas acendradamente, a todo lo largo y lo ancho de este mundo poético que apresa la aventura humana, transferida en clave estética, de su creador. Mas aunque no es el lugar, aquí, del análisis crítico, es preciso, sí, y a modo de una lápida apertura, anotar algunas breves observaciones. El mundo poético de Alvaro Figueredo, y pienso que es necesario subrayarlo como cualidad fundamental si se le quiere comprender en su totalidad de significación, es, a la vez, unitario y rico en inflexiones. La unidad está dada por el apasionado sentimiento de lo terrestre que late en el corazón lírico del poeta y que permanentemente signa cada uno de sus versos.
Es un corazón siempre estremecido por los contenidos de su entrañable contorno, .tanto por las vigorosas savias del mundo inmediato que lo rodea como por los ecos de un pasado histórico que, con fuerte sentimiento comunitario, siente incorporado a su propia vida. Pero como todo auténtico poeta lírico, Alvaro Figueredo transfunde su propio sentir a ese mundo externo ( para él tan existente, y en el cual siempre se asienta y del que nunca se fuga) y lo recrea poéticamente, ciñiéndolo, en ocasiones con luces y sombras de misterio, porque sabe ver lo que la realidad tiene de estribaciones mágicas.
Este sentimiento de lo terrestre, que es un entrañarse en la vida y en su propia vida, confiere unidad a su obra poética pero se manifiesta, como queda dicho, ‘a través de una rica diversidad de inflexiones. La poesía de Alvaro Figueredo va desde lo hist’órico-regional, donde lo lírico y lo narrativo se concilian, hasta el desgarrado subjetivismo de sus poemas “ adictos al orden y el delirio”, en los que, buscando las más hondas y oscuras raíces de su propio ser, impone a su poesía tonalidades próximas al surrealismo. En algunos de sus poemas (léase, por ejemplo, la espléndida Exaltación de Bartolomé Hidalgo J, machadianamente c a n ta y cu en ta ; en otros ( léase “Cae una hoja eterna”, de “Mundo a la vez“), el canto y el cuento parecen trizarse para expresar fielmente lo que se halla en los límites de lo expresable.
Imposible terminar sin decir algunas palabras sobre la excepcional tensión formal de esta poesía. Tanto en sus poemas de entonación populan como en los que buscan su acento en la distorsión de los ritmos tradicionales, es visible La lúcida conciencia de lo verbal, que arquitectura sin desmayos el ritmo de cada verso y la estructura total del poema. Cada palabra encuentra su ubicación precisa, cada adjetivo cualifica con nitidez a su sustantivo. Se siente que la inspiración creadora, que no decae, está sin embargo, siempre regida por una alerta conciencia estética. Todo gran poeta, afirmaba Federico García Lorca, lo es por la gracia de Dios o del Demonio, pero, también, por tener clara conciencia de lo que es un poema. Y tal es la poesía de Alvaro Figueredo, de la que el lector podrá hacer un primer acercamiento a través de esta selección, realizada por la viuda del poeta, Amalia de Figueredo, cuya tenaz devoción ha hecho posible que comience a divulgarse, como es necesario que lo sea, la obra del poeta de “Mundo a la vez“.
Arturo Sergio Visca